Amaneces en las cicatrices que dejaron mis alas, allí florecen los recuerdos, con el mismo aroma.
Con la dulzura de los momentos me alimento en estos días, pequeños granitos de arena hacen que mantenga mi corazón latiendo.
Estalla mi cráneo en mil pedazos una y otra vez cuando recorro las calles, las palabras son gritos.

Mi piel en el espejo se desprende, no encuentro mi rostro, tan solo veo mi alma tan entristecida.

Mis ojos son un constante reclamo de justicia, de falta de paz, como el reclamo de un niño, de una caricia en el cabello, un silencio y una suave melodía, una mirada sostenida y una esperanza de que esta tormenta también va a pasar.

Se anuda la garganta de la gente para explicarme que no puede con todo esto, que están enfermando y el corazón se me ensancha para hacerles un espacio, cuantas veces les daría un abrazo, les diría no estas solo/a a mi también me están intoxicando.
Nacimos preparados para soportar, aguantar y tratar de vivir el tiempo que nos corresponda de la mejor manera.

Recorremos caminos, pasiones, religiones y aún así hay días en que nos sentimos perdidos.

Intento sostenerme en mi espacio espiritual, en la música que jamás me abandona, pero me estaría mintiendo si digo que lo logro, mis ánimos chocan contra el cristal de mis ojos, estallan una vez mas en letras.

Antes veía a las aves tan hermosas, eran ángeles en otra dimensión, ahora por las dudas me corro antes de que ensucien mi cabeza.

Realmente me estoy intoxicando, tengo el alma triste y quizás deba estarlo, quizás deba aprender a respetar y a entender que no todo era color de rosa, ni tan positivo como siempre pensé.

Hoy no encuentro mis amigas las mariposas, hoy la fe se tomo un descanso de mí, dejo mi cuerpo sobre las sábanas y deseo que mis sueños me abracen llenos de amor y esperanza.
Desde el alma

Yanina Ulloa Faget